ANHELO DE ÉXITO

Los focos me deslumbraban, no podía ver más que esa luz blanca que me iluminaba. No los veía pero podía sentir sus miradas, clavadas en mí, observándome y evaluándome. Traté de olvidarlos, de no pensar en ellos, me concentré en crear movimientos dulces y conexos. Sentía cómo mis músculos se contraían y con fuerza me elevaban a bastante altura. Por mi cuello se escurrían gotas de sudor que me cosquilleaban al caer, notaba cómo creaban surcos sobre mi tez. Concentrada en la técnica y precisión de los movimientos creí olvidar el picor del maquillaje que tapaba todas aquellas exiguas imperfecciones y hacía que mi piel aparentase excelsa tersura. También olvidé el dolor que me atormentaba en las falanges de los pies, las cuales sujetaban todo mi peso, olvidé el público, olvidé todo sobre mí. Mi mirada, aquellos ojos verdes esperanzados y anhelosos de éxito, se fijaron en un punto, ayudándome a mantener el equilibrio en aquella insólita pirueta. Mis piernas estaban sumamente yertas y firmes. Mi cuello flexible y relajado me daba plenitud de movimientos. Vivía cada paso. Concluí mi intervención, esperé los aplausos, empero, no escuché ninguno. Levanté la cabeza, mi preciado labrador me observaba expectante, tumbado sobre la fresca y verde hierba del jardín. Suspiré y corrí a jugar con el can, dejando de lado el sueño de la danza, por el momento, porque bien dicen que los sueños, se hacen realidad. 

Andrea París